Hace unos 20 años, la Dra. Maria Rita Lepe-Suastegui comenzaba su carrera como gastroenteróloga. En ese entonces, la mayoría de sus pacientes con enfermedades hepáticas graves tenían entre 70 y 80 años. En la actualidad, la situación es muy diferente.
“No solo afecta a toda la población hispana, sino que también se observa en personas muy jóvenes”, explicó la Dra. Lepe-Suastegui, profesora adjunta en el Centro Médico de la Universidad de Texas Southwestern, especializada en enfermedades hepáticas y desigualdades de salud en la comunidad latina. “Veo pacientes de 20 años con cirrosis e insuficiencia hepática, y, lamentablemente, algunos fallecen por esta enfermedad”.
La cirrosis ocurre cuando la cicatrización reemplaza el tejido sano del hígado, lo que puede causar insuficiencia hepática o cáncer. La cirrosis es la etapa más grave de la enfermedad del hígado graso, una condición que afecta a la población latina con mayor frecuencia. Cerca del 45 % de los adultos latinos y el 38 % de los niños y jóvenes latinos de entre 12 y 29 años, especialmente los mexicanos, padecen de enfermedad del hígado graso.
El problema es más evidente al comparar esto con la población en general: esta enfermedad afecta aproximadamente al 25 % de los adultos y a entre el 5 y 10 % de los niños en Estados Unidos.
También conocida como enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica (MASLD, por sus siglas en inglés), el hígado graso es exactamente lo que su nombre indica: un exceso de grasa que se acumula en el hígado. A menudo se relaciona con otras condiciones de salud, especialmente la obesidad y la diabetes tipo 2, y debido a esa relación puede causar ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y enfermedad renal crónica, según la Dra. Lepe-Suastegui. Ya que que esta enfermedad afecta a grupos de edad más jóvenes, incluso “desde la infancia”, puede generar desafíos durante toda la vida de quienes la padecen, explicó.
Los latinos pueden ser más vulnerables a la enfermedad del hígado graso por varias razones. La genética puede influir, pero muchos también tienen dificultades para conseguir alimentos nutritivos que pueden ayudar a prevenir la enfermedad. Las barreras culturales y del idioma pueden dificultar la búsqueda de médicos de confianza, lo que retrasa el tratamiento. Otros carecen de seguro médico debido a los costos o a su situación migratoria. Incluso entre aquellos que tienen chequeos médicos con regularidad, la enfermedad del hígado graso puede avanzar durante décadas sin ser detectada.
“Esta enfermedad es un poco engañosa”, explicó la Dra. Lepe-Suastegui. “Muchos pacientes me dicen: ‘He ido al médico durante años. ¿Por qué no se detectó?’”
A continuación, la Dra. Lepe-Suastegui responde preguntas sobre la enfermedad del hígado graso y su impacto en su comunidad latina. Esta conversación ha sido editada para mayor claridad.
La enfermedad del hígado graso se conoce como un "asesino silencioso", lo cual tiene sentido. Mientras que algunas personas con esta enfermedad experimentan dolor abdominal o niveles anormales de enzimas hepáticas, otras tienen resultados de función hepática considerados normales y no presentan síntomas. Pero ¿por qué ha aumentado este problema entre las personas más jóvenes, y cómo se ha ignorado?
Lo más importante con esta enfermedad es evaluar cuánta cicatrización tiene el hígado de una persona. Hay pruebas específicas necesarias para clasificar a un paciente con hígado graso. Podemos tener un paciente con un 50 % de grasa y sin cicatrices. No nos preocupan tanto esas personas; nos preocupan las que tienen niveles avanzados de cicatrización.
Tradicionalmente, se le restaba importancia con frases como: “Tienes hígado graso, si pierdes peso no es un problema”. Pero debido a que no se le dio la atención que amerita, los niños han ido progresando hacia etapas más avanzadas. Ahora tenemos un problema grave en una población de personas muy jóvenes. Los niños enfrentan más problemas de obesidad que en el pasado, desde la década de 1980. Por ejemplo, vemos niños con sobrepeso desde los 8 años. Los veo cuando son adultos, pero han vivido quizás de 10 a 15 años con un problema que no ha sido abordado. Ahora intentamos identificar a las personas con mayor riesgo de desarrollar la enfermedad avanzada y derivarlas al especialista adecuado, o al menos intervenir en una etapa temprana.
Esos tipos de intervenciones podrían ayudar siempre que las personas tengan acceso a médicos y puedan costear la atención. Esto no siempre es posible para una parte significativa de la población latina. Los adultos latinos tienen más del doble de probabilidades de no tener seguro médico en comparación con los adultos blancos no latinos. Texas, donde usted ejerce, tiene las tasas más altas de personas sin seguro médico en Estados Unidos: un 21.7 % en adultos y un 11.9 % en niños. ¿Ha notado que este desafío complica el cuidado de sus pacientes?
En muchos casos, los niños llegan a una edad adulta sin saber que tienen hígado graso. Alcanzan la edad en que pueden consumir alcohol, y el alcohol y el hígado graso son una combinación muy mala. Cuando ambas condiciones están presentes en una persona hispana con predisposición a la fibrosis (cicatrización), se puede desarrollar cirrosis en muy poco tiempo. A los 22 o 23 años, muchos de estos jóvenes no tienen seguro médico. No les gusta ir al médico, especialmente a los hombres, porque en la cultura latina eso a veces se considera algo poco masculino.
Además, estos jóvenes pueden desconocer que tienen predisposición genética al hígado graso. La investigación ha vinculado esta enfermedad a una variación en el gen PNPLA3, que es más común en las poblaciones latinas. Sin embargo, no todos los que tienen este gen desarrollan hígado graso. ¿Qué deben saber las personas sobre él?
El gen PNPLA3 es más prevalente en los latinos, pero otros grupos también lo tienen. Esta mutación es más común en personas con enzimas hepáticas elevadas y está asociada con una forma más agresiva del hígado graso, aquella que causa cicatrización y cirrosis. Solo llevar una dieta alta en calorías o en azúcares empeora este proceso, ya que activa células en el hígado que generan tejido cicatricial.
Nuestra alimentación puede ayudar a fomentar o prevenir dos de los principales factores de riesgo de la enfermedad del hígado graso: la obesidad y la diabetes tipo 2. Sin embargo, uno de cada cinco hogares latinos experimenta inseguridad alimentaria, lo que significa que tienen acceso limitado a alimentos nutritivos, en comparación con un 9.3 % de los hogares blancos. La inseguridad alimentaria en los adultos también los hace más propensos a tener diabetes tipo 2, y en las mujeres puede incrementar las probabilidades de padecer obesidad. ¿Cómo puede la inseguridad alimentaria complicar la prevención y el manejo de la enfermedad del hígado graso para pacientes y médicos?
Los latinos en general tienen diferentes estatus socioeconómicos, pero si dependen de cupones de alimentos o bancos de comida, los alimentos que reciben suelen ser enlatados, con alto contenido de sal, azúcar y grasas. Como médicos, a veces olvidamos eso y simplemente damos instrucciones generalizadas. Tenemos que considerar su situación socioeconómica y lo que realmente tienen disponible.
El consejo de un médico puede tener aún menos impacto si no habla español, según investigaciones. Además, de acuerdo con una encuesta reciente de The Commonwealth Fund, el 57 % de los trabajadores de salud en Estados Unidos han visto discriminación contra pacientes que hablan principalmente en un idioma distinto al inglés. ¿Según lo que ha observado, en qué manera afectan las barreras culturales y la discriminación a los pacientes latinos con enfermedad del hígado graso?
Soy originaria de la Ciudad de México. Tengo familiares con hígado graso, por lo que entiendo esta situación desde una perspectiva cultural, y es algo con lo que vivo muy de cerca. No solo es importante el idioma, sino también tener más médicos que sean culturalmente competentes. Hay que entender al paciente y de dónde viene. He observado situaciones en las que el médico dice que ‘el paciente no cumplió las indicaciones’, pero no es que no cumpliera, sino que entendió las instrucciones de manera diferente o estas no estaban en un idioma que el paciente comprendiera.
Además, la población latina puede desconfiar de los proveedores, sobre todo si no hablan el idioma o perciben que no se les escucha. Así que puede que no compartan la información necesaria. O puede que ni siquiera vayan al médico y confíen más en lo que les ha dicho su vecino, o utilicen hierbas medicinales o suplementos.
Todo esto crea un desafío complejo que a menudo afecta a varias generaciones dentro de las familias. Las mujeres embarazadas con hígado graso son más vulnerables a complicaciones como la preeclampsia y el parto prematuro. Sus hijos también corren un mayor riesgo de desarrollar factores de riesgo comunes para la MASLD. Dependiendo de la dieta de su madre, los bebés que toman leche materna pueden tener hígado graso. Usted y su hijo son coautores de dos libros para jóvenes lectores cuyos padres padecen enfermedades hepáticas. Teniendo en cuenta estos efectos, ¿qué más se necesita para ayudar a las personas y familias que se enfrentan a esta enfermedad?
Necesitamos priorizar este problema como una cuestión de salud pública porque, de lo contrario, veremos a muchas personas morir por esta enfermedad. Veo que este problema inicia frecuentemente en la infancia, y esa es la etapa donde más podemos intervenir. Actualmente existen medicamentos para las formas avanzadas de la MASLD, llamada esteatohepatitis asociada a disfunción metabólica —o MASH, por sus siglas en inglés—, pero no todos pueden costearlos o acceder a ellos. Si tienes el gen, no puedes cambiarlo, pero definitivamente puedes cambiar tu dieta y cómo te afecta.
Muchos padres con los que hablo saben lo que se necesita hacer. Saben que su hijo necesita comer más saludablemente, pero es muy difícil porque hay muchas fuerzas en su contra. Estas familias necesitan el apoyo de sus escuelas, médicos y centros comunitarios para ayudar a que sus hijos lleguen a donde necesitan estar.
