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¿Por qué no sabía nada sobre el hígado graso?

Revisado Por Shruthi N, MD and Elmer Huerta, MD, MPH en octubre 02 del 2025
11 minutos de lectura

Cuando a Terri Milton le diagnosticaron enfermedad del hígado graso a los 35 años, no creyó que fuera algo grave. Su médico no le ofreció orientación sobre el tratamiento y no le dio importancia a la enfermedad porque dijo que era muy común, explica Milton, quien vive en Houston, Texas.

“Mi médico me dijo: ‘No te preocupes por eso’”, cuenta Milton, quien tiene ascendencia mexicana. “Me dijo: ‘No es gran cosa. Todo el mundo tiene hígado graso’”.

Sin recomendaciones ni consejos sobre el tratamiento, Milton no hizo grandes cambios en su estilo de vida.

Unos diez años después, Milton tenía piedras en la vesícula y decidió operarse para que se las quitaran. Durante la operación, los cirujanos le descubrieron nódulos en el hígado, pequeños bultos que pueden ser benignos o cancerosos. Los médicos le dijeron a Milton que tenía cirrosis del hígado debido a esteatohepatitis asociada a disfunción metabólica (MASH, por sus siglas en inglés). La MASH es una enfermedad crónica hepática (del hígado) causada por el exceso de grasa en el hígado que provoca inflamación, cicatrización e hinchazón de las células hepáticas.

Milton quedó impactada con la noticia. Como muchos, ella pensaba que las enfermedades del hígado solo ocurrían en personas que bebían mucho alcohol. Milton no bebía alcohol y era activa, dice. Tenía una tía que murió de una enfermedad del hígado avanzada, pero no sabía en ese entonces que la enfermedad podía ser hereditaria.

Durante los siguientes años, Milton fue hospitalizada varias veces por complicaciones hepáticas. Tuvo episodios de encefalopatía hepática, un síndrome neuropsiquiátrico que puede ocurrir como resultado de una enfermedad del hígado grave. Durante esos episodios, Milton se sentía extremadamente confundida, al punto de no recordar cómo usar el control remoto de la televisión, dice. Le dolía el cuerpo y estaba agotada la mayor parte del tiempo.

“Mi cuerpo se sentía como si me hubiera atropellado un camión”, recuerda. “Dormía 18 horas al día. Comía un poco, regaba mis flores o arrancaba una hierba, y luego volvía a la cama o me dormía en la silla. Esa era mi vida”.

La enfermedad finalmente causó tumores cancerosos en el hígado de Milton. Los médicos le dijeron que su mejor oportunidad de sobrevivir a largo plazo era un trasplante de hígado.

“Cuando me aprobaron para la lista de trasplantes, [al principio] estaba furiosa”, dice. “Ya me había acostumbrado a la idea de envejecer con el hígado con el que nací. Estaba enojada porque mi hígado original me había fallado”.

La enfermedad del hígado graso es un problema de salud en crecimiento en EE. UU. especialmente entre los hispanos. Una mayor proporción de adultos hispanos tienen enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica (MASLD, por sus siglas en inglés) en comparación con otros grupos raciales y étnicos, según un estudio reciente. La MASLD es un tipo de enfermedad del hígado graso no relacionada con el consumo de alcohol. La MASH es una forma más agresiva de la MASLD. Ambas son causadas por un exceso de grasa en el hígado.

En EE. UU., el 42 % de los adultos tienen enfermedad del hígado graso, según un análisis reciente dirigido por un hepatólogo de la Virginia Commonwealth University. Entre los adultos hispanos, el 47 % tiene MASLD, en comparación con el 40 % de los adultos blancos, el 35 % de los adultos negros y el 39 % de los adultos asiáticos, según el estudio.

Hasta hace poco, no estaba claro por qué los adultos hispanos tienen tasas más altas de la enfermedad del hígado graso que otras poblaciones, dice la Dra. Blanca C. Lizaola-Mayo, hepatóloga especialista en trasplantes de Mayo Clinic en Phoenix y voluntaria de la American Liver Foundation. Los investigadores ahora saben que, debido a sus genes, los hispanos tienen más probabilidades de desarrollar síndrome metabólico. Este síndrome es un grupo de trastornos que aumentan el riesgo de problemas de salud como enfermedades del corazón, diabetes y derrame cerebral. 

Quienes tienen síndrome metabólico pueden tener presión arterial alta, niveles elevados de azúcar en sangre, exceso de grasa alrededor de la cintura y niveles poco saludables de colesterol. La enfermedad del hígado graso es un efecto común del síndrome metabólico. Los hispanos también son propensos a tener variantes genéticas que aumentan la probabilidad de tener esteatosis y fibrosis del hígado, según muestran los estudios.

“El riesgo de enfermedad del hígado graso [entre los hispanos] va en aumento”, dice la Dra. Lizaola-Mayo. “Lo que veo con frecuencia en la clínica son pacientes que llegan con enfermedad hepática en etapa terminal y me cuentan que hace 10 o 15 años les dijeron que tenían hígado graso, pero la única recomendación que les dieron fue: ‘Tienes que bajar de peso. Nos vemos luego’. Y eso es todo”.

La falta de educación y conocimiento sobre el hígado graso es una de las principales razones por las que hay tantos casos de esta enfermedad, dice la Dra. Lizaola-Mayo. Esto ocurre tanto en la comunidad hispana como entre los profesionales médicos, dice. Incluso hoy en día, algunos médicos no saben lo grave que puede ser la enfermedad del hígado graso ni a qué pacientes deberían hacerles pruebas de detección, dice.

Para complicar más las cosas, la enfermedad del hígado graso a menudo no tiene síntomas, y muchas personas no saben que la tienen hasta que la enfermedad ya ha avanzado. Monica Govea descubrió esto por experiencia propia cuando, después de un accidente de auto en mayo de 2025, fue atendida en urgencias. Los médicos le hicieron pruebas para revisar un riñón dañado y le dijeron: “Parece que tienes enfermedad del hígado graso”, recuerda Govea, quien vive en Round Lake Beach, Illinois.

En ese momento, los médicos no sabían qué tan grave era la enfermedad, así que le hicieron dos ecografías más. Los resultados mostraron que tenía cirrosis en etapa II a III. 

“Entré en pánico”, dice. “Nunca tuve síntomas. Mucha gente dice que siente dolor. Yo nunca sentí dolor”.

Los médicos le recomendaron a Govea bajar de peso, pero no le explicaron cómo ni le dieron un plan, dice. 

“[La doctora] me asustó mucho”, explica. “Me dijo: ‘No te preocupes, te mantendremos cómoda’. Yo pensé: ‘¿Me estoy muriendo?’. Cuando mi madre estaba enferma y nos dijeron que la ‘mantendrían cómoda’, murió”.

Frustrada por la falta de orientación, Govea decidió tomar el control de su salud. Estaba decidida a mejorar su enfermedad, con o sin ayuda médica.

Los pacientes hispanos enfrentan múltiples barreras que pueden llevar a diagnósticos erróneos o retrasos en el tratamiento de la enfermedad del hígado graso, dice Natalia Heredia, quien tiene un doctorado y una maestría en Salud Pública y es profesora auxiliar en el University of Texas Health Science Center de Houston. Heredia está desarrollando una intervención basada en cambios de conducta y estilo de vida para el tratamiento de la MASLD y la MASH en adultos hispanos o latinos.

El acceso a la atención médica es uno de los problemas principales, dice. Muchos pacientes hispanos no tienen seguro médico o tienen cobertura insuficiente, lo que limita su capacidad para obtener un diagnóstico y tratamiento a tiempo. Las barreras del idioma y el acceso limitado a información médica culturalmente apropiada también dificultan la comprensión y el seguimiento de los planes de tratamiento, agrega.

Además de estos desafíos, existen barreras ambientales y estructurales.

“Muchas comunidades hispanas enfrentan inseguridad alimentaria y viven en áreas con acceso limitado a alimentos saludables, conocidas como desiertos alimentarios”, dice Heredia. “Estas condiciones fomentan la dependencia de alimentos ultraprocesados y altos en azúcar que contribuyen a la resistencia a la insulina y a la acumulación de grasa en el hígado”.

Aurie Llamas, diagnosticada con enfermedad del hígado graso en 2019, agrega que muchos alimentos tradicionales en la comunidad hispana son ricos en grasa, carbohidratos y azúcar, lo que aumenta las tasas de obesidad. Cuando Llamas recibió su diagnóstico, decidió de inmediato mejorar la salud de su hígado. Pero, al igual que Govea, Llamas no recibió mucha orientación médica, excepto “mejora tu dieta”, dice. Y eso hizo.

Pero no fue fácil. 

“Significó participar de forma diferente en eventos y reuniones familiares”, dice Llamas, quien tiene 50 años y vive en Laguna Beach, California. “Fue difícil, no tanto para mí, sino para mi familia, porque la comida es una forma de mostrar amor. En Navidad me decían: ‘¿Por qué no vas a comerte seis tamales?’, y yo respondía: ‘Voy a comer uno y voy a saltarme el atole y tomar café en su lugar’. Ese tipo de cosas eran mal vistas porque simplemente no se hacen”.

En la boda de su hermano, Llamas llevó una neverita con ensalada de pollo con arúgula y no comió la comida tradicional que se sirvió en la boda. En lugar del pastel, comió fresas, dátiles y almendras.

Después de ocho meses de seguir la dieta mediterránea, Llamas bajó 40 libras (18 kilos). En su próxima visita al hepatólogo, su puntaje hepático fue cero, lo que significa que no le detectaron grasa en el hígado, dice.

“No lo podía creer porque cuando fui, pensé: ‘No sé qué voy a ver, pero sé que cada día he sido constante. Tal vez vea algo de progreso’. No esperaba una reversión total”.

Como muestra el caso de Llamas, los especialistas en enfermedades del hígado dicen que hacer los cambios de estilo de vida y de comportamiento adecuados puede mejorar la enfermedad del hígado graso y evitar que empeore, especialmente en las etapas tempranas.

La medida más importante que hay que tomar es perder peso, dice la Dra. Lizaola-Mayo. Al perder peso, puedes mejorar tu metabolismo y reducir otros factores de riesgo cardiometabólicos que contribuyen a la enfermedad del hígado graso, como la diabetes y la obesidad, explica. 

“Les repito con frecuencia a mis pacientes: si tratan el problema temprano, podrán revertir el daño y prevenir el desarrollo de cirrosis o incluso la necesidad de un trasplante”, dice.

Algunos cambios clave en la alimentación incluyen reducir el consumo de alimentos ultraprocesados y azúcares añadidos, como bebidas azucaradas, y aumentar el consumo de alimentos ricos en fibra y nutrientes, como las verduras, dice Heredia. Mantenerse activo y hacer ejercicio con regularidad también ayuda a reducir la grasa en el hígado y mejora la sensibilidad a la insulina, agrega.

Dile a tu médico si tienes un familiar cercano con enfermedad del hígado graso o cirrosis del hígado, y pide que te hagan una prueba de detección de fibrosis avanzada, agrega la Dra. Lizaola-Mayo. La fibrosis avanzada es una etapa grave del daño hepático que se caracteriza por cicatrización del tejido del hígado. De igual forma, si tienes prediabetes, diabetes, hipertensión u obesidad, o si tienes triglicéridos altos o colesterol HDL (“bueno”) bajo, pide una prueba de detección de fibrosis avanzada, dice.

“[Tu médico] realizará una ecografía, una tomografía computarizada o una resonancia magnética del abdomen, y en esa imagen podemos ver la acumulación de grasa en el hígado o esteatosis hepática”, dice. “Ese será el primer indicador de que el paciente tiene hígado graso u otra enfermedad que puede estar causando acumulación de grasa en el hígado. El segundo paso es revisar los factores de riesgo cardiometabólicos [como] obesidad, hipertensión o hiperlipidemia. Todos estos factores se toman en cuenta para diagnosticar la enfermedad del hígado graso”.

Si tienes MASH, tu médico puede recetarte medicamentos que pueden ayudarte, por ejemplo: 

  • Resmetirom (Rezdiffra), un agonista del receptor de la hormona tiroidea que reduce la grasa y la inflamación en el hígado. 
  • Semaglutida, un agonista del receptor del péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1, por sus siglas en inglés) que mejora la fibrosis del hígado y reduce la acumulación de grasa. Wegovy es el tipo de semaglutida aprobada para la MASH.

Aunque todavía no existen medicamentos aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) para la MASLD, controlar las enfermedades relacionadas, como la diabetes y la hipertensión, es esencial, dice Heredia.

Desde su diagnóstico, Govea ha hecho cambios drásticos en su alimentación. Eliminó los alimentos grasos y el alcohol, y ahora come muchas verduras crudas, pollo y salmón. Come aguacate y fresas todos los días, dice. Ha perdido 54 libras (24 kilos) hasta ahora y espera ver que su enfermedad ha mejorado en su próxima visita médica en octubre de 2025. 

Govea anima a otros que enfrentan desafíos similares a mantenerse disciplinados a la hora de elegir alimentos saludables.

“Continúa por el buen camino. A los latinos nos gusta ir a fiestas y, sin darte cuenta, te desvías”, dice. “Comes de todo. Las tortillas son muy malas (para la salud). El maíz es malo para el hígado. Modifica. Yo hago arroz mexicano con coliflor. Cada vez que quiero arroz o puré de papas, lo hago con coliflor”.

Milton, por su parte, recibió un trasplante de hígado en mayo de 2022.

“Después fue un alivio total”, dice Milton, quien ahora tiene 60 años. “Una de las primeras cosas que noté fue que mi mente estaba despejada”. 

Pero Milton enfatiza que no está curada. Un trasplante de hígado es un tratamiento para la cirrosis, pero ella todavía tiene riesgo genético de desarrollar enfermedad del hígado graso.

“Tengo que asegurarme de que mi estilo de vida coincida con lo que quiero que mi hígado haga durante los próximos 30 o 35 años”, dice.

Hoy Milton se mantiene activa caminando y haciendo senderismo. Después del trasplante, se sometió a una cirugía bariátrica (operación para reducir el tamaño del estómago) y perdió 175 libras (79 kilos). Su cáncer está en remisión, pero se hace pruebas cada seis meses. Ahora es defensora de pacientes en el Global Liver Institute y habla regularmente sobre las enfermedades hepáticas y el cáncer de hígado en conferencias y eventos. 

Si te diagnostican una enfermedad del hígado, Milton destaca la importancia de cuidar no solo tu salud física, sino también tu salud mental. 

“Durante los años en que estuve muy enferma, hubo un par de veces que tuve que llamar a mi médico y decirle: ‘Estoy abrumada. Necesito ayuda’, y él me recetó medicamentos y fui a ver a un terapeuta”, dice. “Se trata de cuidar tu salud mental tanto como la física, porque ambas son igual de importantes para todo lo que haces”. 

Para la prevención, es esencial que exista más educación sobre la enfermedad del hígado graso en la comunidad hispana, dice la Dra. Lizaola-Mayo. Si ya recibiste un diagnóstico, habla con tus familiares para que se hagan pruebas, dice. Busca herramientas y grupos de apoyo que te ayuden a ti y a tu familia a aprender sobre la enfermedad. Por ejemplo, en Houston, Mayo Clinic ofrece una clase que enseña a las personas con hígado graso a comer de manera más saludable.

“Aprender a comer y a leer las etiquetas es muy importante”, dice. “Ayudar a nuestros pacientes hispanos que enfrentan inseguridad alimentaria y crear fuentes de alimentos saludables para nuestros pacientes es muy importante, porque la pérdida de peso empieza con la nutrición”.