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Rompe el ciclo: cómo prevenir las enfermedades del hígado en tu familia

Revisado Por Zilpah Sheikh, MD and Elmer Huerta, MD, MPH en octubre 09 del 2025
8 minutos de lectura

Evelyn Chávez, quien creció en la Ciudad de México, no tenía idea de que su abuela había muerto de insuficiencia hepática (del hígado). No lo supo hasta años después, cuando su madre afrontó su propia crisis de salud.

“Hace aproximadamente un año, mi madre se puso completamente amarilla y tratamos de averiguar qué le pasaba. Cuando hablamos sobre todos nuestros antecedentes médicos, descubrí que mi abuela había fallecido repentinamente de cirrosis del hígado”, dice.

Chávez se había preocupado por su propia salud después de intentar bajar de peso durante más de un año sin obtener resultados. Preocupada por la posibilidad de tener la misma enfermedad que su madre y su abuela, Chávez llamó a su médico y pidió que le hiciera un examen completo. Según una prueba de laboratorio, tenía niveles muy altos de gamma-glutamil transferasa (GGT). A veces, los niveles altos de GGT pueden indicar daño en el hígado. Poco después, le hicieron una prueba de seguimiento: una ecografía del hígado. La prueba mostró que tenía esteatohepatitis asociada a disfunción metabólica (MASH, por sus siglas en inglés) en etapa II.

“Ojalá hubiera sabido que existía esta enfermedad antes —y que es genética— porque creo que mi estilo de vida habría sido diferente”, añadió.

La MASH es una forma grave de la enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica (MASLD, por sus siglas en inglés). A la MASH a menudo se le llama “enfermedad del hígado graso” porque causa la acumulación de grasa en este órgano. La MASH provoca inflamación y cicatrización (conocida como fibrosis) en el hígado. Si no recibe tratamiento, puede empeorar hasta convertirse en cirrosis, la misma enfermedad por la que murió la abuela de Chávez. Ella, como muchas personas con MASH, probablemente no sabía que tenía la enfermedad, ya que con frecuencia no se diagnostica hasta que ya es demasiado tarde.

Chávez siempre ha tenido una relación con su madre y la ha cuidado. Ahora, dice, su estrés se ha duplicado porque ella también tiene la enfermedad. De hecho, la MASH puede representar una gran carga para la persona que tiene la enfermedad y para su familia. La MASH puede causar complicaciones a largo plazo que pueden ser incómodas y peligrosas, dice la Dra. Mónica Tincopa, profesora auxiliar de medicina especializada en hepatología de trasplantes en la Universidad de California San Diego. Estas son algunas de ellas:

  • Dolor, náuseas y fatiga
  • Cirrosis o cicatrización del hígado
  • Insuficiencia hepática, cuando el hígado deja de funcionar por completo
  • Cáncer de hígado
  • Hemorragia

La Dra.Tincopa explica que si tienes una enfermedad del hígado graso como la MASLD, tienes más probabilidades de desarrollar otras enfermedades crónicas y graves, como obesidad, diabetes tipo 2, presión arterial alta, niveles elevados de azúcar en la sangre y niveles bajos de colesterol HDL (que los médicos llaman colesterol “bueno”). Según un estudio reciente, tres de estas enfermedades aumentan más la probabilidad de muerte que las demás. Estas son “la presión arterial alta, la diabetes tipo 2 y los niveles bajos de colesterol HDL; aumentan el riesgo de muerte en un 40 %, un 25 % y un 15 %, respectivamente”.

Además de los síntomas físicos y los peligros que causan estas enfermedades, su tratamiento puede estresar a la familia y aumentar la carga emocional y psicológica de todos, no solo de la persona que tiene la afección. Los estudios muestran que tener un padre o una madre con una enfermedad crónica aumenta el riesgo de disfunción familiar.

Los niños y adolescentes tienen más probabilidades de tener problemas sociales y/o emocionales y de conducta si uno de sus padres está enfermo. Los niños pueden tener enfermedades de salud mental o problemas de abuso de sustancias. Lamentablemente, cuanto más tiempo permanece enfermo el padre, mayor es el riesgo. Tener un padre con una enfermedad crónica aumenta la probabilidad de tener problemas cognitivos y relacionados con el lenguaje.

La MASH ocurre con frecuencia en familias en las que los miembros comparten no solo ciertos genes, sino también los hábitos de alimentación, el estilo de vida y las actividades, dice la Dra. Tincopa.

“Existen ciertos genes, particularmente en poblaciones las hispanas y latinas, que aumentan el riesgo, pero el otro factor es que las personas que viven juntas suelen tener los mismos hábitos de alimentación”, dice. “Una persona cocina y todos se acostumbran a comer lo mismo. Por ejemplo, muchos alimentos tradicionales de ciertas culturas suelen elevar el riesgo de hígado graso”.

Las decisiones que tomas en familia pueden afectar a todos ahora y en el futuro. Estas pueden estar relacionadas con lo siguiente:

Dieta y hábitos de alimentación. Como dice la Dra. Tincopa, si todos comen la misma comida poco saludable, su riesgo de obesidad y de hígado graso aumenta. Una dieta rica en alimentos procesados con jarabe de maíz alto en fructosa, carbohidratos, frituras y carnes rojas puede provocar la MASLD y desencadenar enfermedades de por vida.

Dónde vives. Si vives en un "desierto alimentario", donde no hay acceso a alimentos frescos y saludables como frutas y verduras, te resultará difícil comer bien. Eso aumenta bastante tu riesgo de MASLD. De igual modo, las personas que viven en “pantanos alimentarios”, que son zonas con muchos restaurantes de comida rápida, también tienen más probabilidades de desarrollar la enfermedad.

Hábitos de estilo de vida familiares. Si pasas más tiempo en el sofá que al aire libre, tu riesgo de MASLD sube, según las investigaciones. Cuanto más tiempo dediques a jugar videojuegos o a ver televisión, mayor será el riesgo. Si en tu familia se practican o se promueven malos hábitos de sueño (por ejemplo, acostarse tarde pese a tener que levantarse temprano), tienes más probabilidades de desarrollar MASLD.

Valores y creencias familiares. La Dra. Tincopa explica que, cuando finalmente atiende a algunos pacientes, han ignorado los síntomas durante meses o incluso años. Parte de esto puede deberse a las tradiciones y a la cultura. “Algunos estudios en los que se ha entrevistado a pacientes muestran que la salud general se ve afectada por factores como la creencia en Dios y si la persona piensa que la salud depende del destino”, dice. “Eso influye al momento de decidir si ir al médico y en qué medida las personas aceptan los tratamientos, sobre todo los tratamientos nuevos. Algunas culturas simplemente creen: ‘Estoy en manos de Dios’”.

Cómo afrontas el estrés. Los investigadores saben que el estrés es un factor importante que puede provocar la MASLD. El estrés crónico y los niveles altos de cortisol (una hormona del estrés) pueden influir en el desarrollo de la enfermedad. Si afrontas el estrés de forma poco saludable (por ejemplo, bebiendo alcohol o consumiendo drogas ilegales), aumenta tu riesgo.

Existe evidencia que indica que hacer pequeños cambios pueden ayudarte a revertir tu enfermedad. Si compartes esos cambios con los miembros de tu familia, podrías evitar que desarrollen MASH. Lo primero que debes hacer es hablar con tu médico, dice la Dra. Tincopa. Tu médico te ayudará a diseñar un plan de alimentación y ejercicio que te encaminarán hacia tus metas. Comer alimentos no procesados, mantener un peso saludable y hacer ejercicio con regularidad puede ayudar a sanar el hígado.

La Dra. Tincopa también sugiere reservar tiempo para comer y cocinar en familia. Cuando cocinen, pueden hablar sobre por qué ciertos alimentos son mejores que otros. También conviene que compartas tu estado de salud con tu familia para que todos conozcan su propio riesgo.

“Los estudios han demostrado que si tienes un familiar con una enfermedad crónica del hígado, aumentan tus probabilidades de desarrollar una enfermedad hepática importante desde el punto de vista clínico”, dice.

Las caminatas y las tareas del jardín o del hogar pueden convertirse en actividades familiares divertidas que, además, te ayudarán a bajar de peso y a mejorar tu salud general.

Cambios que todos pueden hacer

Elimina los refrescos y las bebidas azucaradas. El hígado transforma el jarabe alto en fructosa en grasa, lo que puede provocar inflamación. Sustituye los refrescos y jugos por agua, té o café sin azúcar. Reserva los refrescos para ocasiones especiales.

Duerme lo suficiente. Todos deben dormir al menos seis horas cada noche, pero dormir ocho es aún mejor. Las investigaciones muestran que las personas mayores de 65 años que duermen menos de seis horas por noche aumentan su riesgo de MASLD en un 21 %, en comparación con quienes duermen entre seis y ocho horas.

Sigue una dieta mediterránea. “Recomendamos una dieta mediterránea porque ayuda a evitar alimentos asociados a un mayor riesgo de enfermedad del hígado graso y fomenta el consumo de alimentos beneficiosos para la salud del hígado en general”, dice la Dra. Tincopa. Las dietas ricas en los siguientes alimentos se asocian con menor riesgo de MASLD y, en quienes ya tienen la enfermedad, con tasas de mortalidad más bajas:

  • Proteínas magras, entre ellas pollo y pescados como salmón o atún
  • Proteínas de origen vegetal
  • Verduras de hoja verde
  • Muchas verduras
  • Legumbres, como frijoles y lentejas
  • Nueces
  • Cereales integrales, como quinoa
  • Grasas saludables, como aceite de oliva o de aguacate

Muévete. Si haces al menos 135 minutos de ejercicio moderado a la semana (solo 19 minutos al día) e invitas a tu familia, no solo se beneficia tu salud, sino también la de ellos. Realiza actividades divertidas, como montar en bicicleta, hacer senderismo o bailar. Una fiesta de baile el sábado por la mañana puede hacer que todos se muevan y sonrían. “Todos tienen teléfonos inteligentes. Cuenten sus pasos diarios y compitan entre ustedes para hacer más ejercicio”, sugiere la Dra. Tincopa.

El diagnóstico de una enfermedad del hígado puede provocar miedo. Puedes ayudar a tus familiares a controlar la ansiedad que sienten por tu enfermedad o por el riesgo de desarrollarla. Organiza una reunión familiar semanal para hablar y compartir información. Eso también puede ayudar a reducir el estrés. Todos pueden expresar sus preocupaciones con calma.

Además, puedes lograr cambios duraderos si todos te ayudan a establecer un plan y a seguirlo, dice Tincopa. Pide a tus familiares que sugieran ideas para hacer ejercicio o pídeles que te ayuden a planear y cocinar comidas saludables. Esto fortalece los lazos familiares y crea un entorno de apoyo que disminuye el estrés.

Las herramientas pueden servir de ayuda. Busca aplicaciones que conviertan los hábitos saludables en algo divertido y que mantengan a todos conectados y trabajando por las mismas metas. Family Habits, MyFitnessPal y Yuka son tres ejemplos.